Por todos ellos... ¡Salud!
©Tania Manriquez
Suelo llorar cuando la situación en la que me encuentro es demasiado triste, cuando no soy capaz de comprender a quienes quiero y cuando las noches se me presentan como tribunales inquisidores cuestionándome todo aquello que no logro entender.
Lloro al descubrir que te fuiste sin decir adiós y lamento no haberme hecho caso al decir: "por mi propia estabilidad emocional debería dejar las cosas como están, antes de que intervengan más sentimientos de los necesarios y mi estabilidad emocional colapse por completo".
Debiste decirme desde el principio tus planes, antes de que te quisiera más y con palabras mayores. Tú sabes de que hablo.
Yo sólo vengo a despedirme de ti. Para que me escuches llorar, para que pruebes estas sales y para que te liberes de toda culpa, porque es mi culpa quererte más de la cuenta.
Ahora sólo callo para poder reconocerme, para poder dormir tranquila mientras tú despiertas para reconocerte en otra boca que no es la tuya ni la mía.
La situación no es tan grave como parece, sólo se trata de este absurdo y triste juego de amar a quien te desprecia y viceversa.
Aquí no hay sensatez. De por medio, únicamente intervienen los sentimientos. Esto es lo que pasa cuando se actúa con el corazón.
Afortunadamente, a dejar ir también se aprende...
©Tania Manriquez