Podría decir que soy persona pero la verdad es que soy arlequín.
Me formaron nebulosas y polvos estelares. Fui unida al mundo con lazos de materia infinita.
Yo no vivo a merced de nadie salvo de la vida misma y del personaje que se supone soy.
Así como soy arlequín también soy gitana y como buena gitana nunca he dejado ni dejaré de andar, puesto que siempre he querido adelantarme a mis propios pasos.
Recorro frenética el mundo buscando ese rincón exacto en el cual pueda amodorrarme; donde las personas no sean personas sino también arlequines viviendo la vida como el carnaval que es.
La diferencia es que ahí nadie portará máscaras ni pretensiones. Si acaso se usarán las vestimentas de siglos anteriores y le rendiremos homenaje a todos nuestros antepasados, aquellos inmortales que valoraban la vida donde soñar no era considerado oficio exclusivo de pecadores.
Los corazones de los arlequines estarán formados por miles de gotas saladas y oculares, porque las gotas saladas y oculares están destinadas a volverse plumas y las plumas están destinadas a volverse alas y las alas estarán destinadas a volar.
Aunque sea arlequín mi corazón será diferente porque también tendrá algo de persona.
El mío será un corazón con vida propia. Loco, inestable, rojo, enamoradizo y muy liviano.
También será un amante empedernido que nunca se resignará a dejar de querer.
Vivirá al final de cada una de las estaciones porque esos son los momentos en que los arlequines se enamoran. Y como ese corazón tendrá vida propia durante el otoño procurará estar un tanto distante de la superficie y del dolor.
Los arlequines jamás moriremos porque somos inmortales pero si alguien llegase a necesitar imaginar la muerte de un arlequín le puedo decir que moriría de la forma en que vivió: de una callada manera y muy contento. Porque la muerte no sería algo a lo que temerle sino que estaría considerada como la transmutación alquímica para renacer y formar parte del Universo.
En las escuelas de los arlequines se les enseñará exclusivamente a mirar y sobre todo a observar el lado escondido de la belleza natural que a veces se escapa en la vida ordinaria, justo esa que abandoné alguna vez en busca del mar.
Buscarán con vigor la verdad de la imaginación porque en la mente de los arlequines se encuentran las voces que dictan el rumbo y ellos que tienen voces internas lo saben y viven conforme a lo que oyen.
©Tania Manriquez
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