A mí me sorprenden las personas que nunca lloran.
Las que no sacian sus ganas de echar atrás la tristeza
y no dejan que las lágrimas salgan,
reprimiendo así su llanto, ahogándose en un montón
de gritos desesperados.
Siento pena y me aflijo al pensar en todos aquellos
que critican a los que lloran.
Por considerarlos demasiado frágiles o muy sensibles
cuando en realidad las lágrimas
no son sino reflejo de nuestra humanidad.
Por eso me gusta llorar y que la gente llore, aunque duela.
Prefiero ver gotas saladas y sinceras
a rostros duros e inexpresivos.
Me siento orgullosa de mi llanto y lo porto en alto,
que se note que he llorado.
Lloro cuando las cosas son demasiado tristes,
cuando la soledad me invade y la madrugada
llega a mi lecho en forma de cruel inquisidora.
Cuando no soy capaz de comprender a quienes amo
y cuando pretendo resolver mi vida entera
a través de las lágrimas.
Me gusta presumirle al universo que no me da pena llorar.
Mi cuerpo está formado por dos ojos gigantes
con cien lagrimales cada uno.
Yo
lloro
lloro
lloro
A veces porque no me queda mas que llorar el alma.
©Tania Manriquez
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