Los peregrinos no le temen a nada,
nunca tienen nada que perder.
Nosotros no nos damos cuenta de lo que pasa,
todo suele ocurrir demasiado rápido como para prestar atención.
En cambio para ellos, cada instante se vuelve infinito
si hay algo a lo que tampoco que temen, es al tiempo.
Ellos no cierran los ojos para poder contemplar
el mundo que a sus pies les espera,
saben observar con el corazón.
También saben apagar las estrellas de un soplo,
tienen a la luna como único testigo de sus hazañas.
No tienen ataduras, saben que hay momentos
que tienen que dejar ir.
Por su propio bien, aunque duela.
Desde pequeños aprendieron a cortar cualquier lazo
que los amarrara a algo.
Están conscientes de que su destino es el universo.
Los peregrinos son conocedores natos de que
existe una noche difertente para cada país.
Para cada alma también.
Reconocen que la vida es corta, y cualquier instante
se convierte en una oportunidad de crear algo especial.
Camino del peregrino:
pies descalzos y piedras afiladas.
Bóveda cósmica y estrellas infinitas.
Cuando están a punto de dormir, reflexionan:
no importa cuánto dure su peregrinación,
a todos siempre nos persigue la misma luna.
©Tania Manriquez
nunca tienen nada que perder.
Nosotros no nos damos cuenta de lo que pasa,
todo suele ocurrir demasiado rápido como para prestar atención.
En cambio para ellos, cada instante se vuelve infinito
si hay algo a lo que tampoco que temen, es al tiempo.
Ellos no cierran los ojos para poder contemplar
el mundo que a sus pies les espera,
saben observar con el corazón.
También saben apagar las estrellas de un soplo,
tienen a la luna como único testigo de sus hazañas.
No tienen ataduras, saben que hay momentos
que tienen que dejar ir.
Por su propio bien, aunque duela.
Desde pequeños aprendieron a cortar cualquier lazo
que los amarrara a algo.
Están conscientes de que su destino es el universo.
Los peregrinos son conocedores natos de que
existe una noche difertente para cada país.
Para cada alma también.
Reconocen que la vida es corta, y cualquier instante
se convierte en una oportunidad de crear algo especial.
Camino del peregrino:
pies descalzos y piedras afiladas.
Bóveda cósmica y estrellas infinitas.
Cuando están a punto de dormir, reflexionan:
no importa cuánto dure su peregrinación,
a todos siempre nos persigue la misma luna.
©Tania Manriquez